El vínculo con el cuerpo no se repara desde el control, sino desde la presencia.

Cami pasó años peleando con la comida, el ejercicio y su reflejo. Vivió en la exigencia, la comparación y el “cuando cambie mi cuerpo, recién ahí voy a estar bien.” Hasta que eligió soltar la guerra. Empezó a escucharse. A comer con amor, no con culpa. A moverse para habitarse, no para corregirse. A vivir en el cuerpo, no en la mente.

Reconectarse con el presente fue su puerta de entrada a una vida más real, más libre y más tranquila.

Su historia es el recordatorio de que sanar no siempre se siente como un salto: a veces es solo rendirte al paso que ya estás dando.

 

¿Querés dejar decantar esta nueva visión?

Te dejo preguntas para abrir la conversación con vos misma:

 

— ¿Cuántas veces mi bienestar depende de que algo cambie afuera —mi cuerpo, mi rutina, mi disciplina— en lugar de cómo me trato hoy?

— ¿Qué patrones de exigencia o control todavía creo que me protegen?

— ¿Qué significa para mí “estar presente” cuando se trata de mi cuerpo y de mi alimentación?

— ¿Qué lugar ocupa el placer en mis elecciones cotidianas?

— Si hoy pudiera prometerme una sola cosa, ¿sería seguir forzando o empezar a escuchar?

 

Podés volver a este espacio cada vez que lo necesites.

Sanar no es volver a ser quien eras antes, sino encontrarte con quien sos ahora.